Raro sería que hoy no hayas tenido viento o un frío de narices allá donde estés (al menos, en España).
En Crevillent, lo que se dice frío frío (comparado con algún lugar más allá de Villena hacia arriba) pues no es lo que hemos tenido. 14 grados hoy no dan para quejarse.
Lo que sí ha hecho es viento. Bastante molesto a muchas horas. Y obviamente no se me ocurre otra cosa que aprovechar y salir en bicicleta por la montaña para coger calor.
Hoy había viento para dar y regalar. Como si hubiéramos aprovechado un Viernes Negro en la tienda del viento y se hubiera comprado sin que hubiera mañana un cyberlunes.
Las rachas de viento son un poco cabroncetas… te dan de lado cuando menos te lo esperas y a la bici le da por hacer cualquier nuevo bailecito Tiktokero sin avisarte.
Tú estas tranquilamente a tu faena, al pedal, pim pam, pim pam… y de repente, ¡zas!, agárrate fuerte al manillar Manué y sigue por el camino que acabas entre matojos.
Luego, cuando estás otra vez dándole a la biela, te viene una ventolera frontal que parece que tengas las ruedas de Loctite. Te pega al suelo y no avanzas ni un metro aunque tengas más caballos que un camión.
Ahí solo queda intentar regatearlo y no frenar hasta que pase la mala racha.
Pero amig@, resulta que si después de tanta curva, pedal, vuelta, cuesta arriba y cuesta abajo encuentras viento de cola… Que gusto da pedalear. Todo va suave, casi sin esfuerzo. El flow hecho ciclismo.
Aprovecha en tu día a día los vientos de cola. Coge ese flow y dale caña para adelantar, crear, mejorar tus proyectos o mejorarte a ti mismo. Ponte manos a la obra y exprímete mientras duren esos aires. Pareto estaría orgulloso de verse reflejado en un viento de cola.
Y si te vienen de frente o de lado, pues ya sabes: haces la “culebrilla”, te agarras al manillar fuertemente, no dejas de pedalear y adelante siempre, con fuerza.
Abrazos.