Hay un paraje a media montaña, saliendo de mi pueblo hacia la sierra de su nombre, en el que conviven plantas autóctonas de las más diversas variedades. Se convirtió hace muchos años en un Centro Educativo de Medio Ambiente, en el que gracias a la extinta CAM, muchas de las personas que rondan mi edad han aprendido sobre la fauna y flora existente en esta zona.
El CEMA Los Molinos de Crevillent tiene ese nombre gracias a sus, obviamente, molinos. Uno destaca, situado en lo más alto de los terrenos en los que se asienta el centro. De los otros, poco o nada queda.
Como podéis imaginar, para mover estas aspas no vale una ligera brisa, lo bueno es que como cualquier molino de este tipo, conforme arranca es difícil que se pare.
La pesada piedra que tiene que mover para moler harina (su función principal de antaño) necesitaba de un buen empujón para empezar a moler, pero su faena no se detenía fácilmente (salvo que el viento desapareciese de inmediato y claro, adiós muy buenas al rato). Si empieza a girar, no hay quien lo frene. Viento de cola, velocidad máxima, producción non-stop.
Por cierto, en otros lugares también se usaban para extraer agua de pozos, llevarla por acequias y así distribuirla para su uso humano, pero eso es otra historia que ya llegará algún día.
El caso es que creo que mucha gente es como un molino gigante, de tipo quijotesco, que necesita un empujón fuerte para ponerse en marcha pero no saben que ese movimiento les va a traer buen molido. Yo el primero.
Nos pasa muchas veces, por pereza, desconocimiento o simple síndrome del impostor.
Y el caso es que arrancamos y no hay quien nos frene. Nos implicamos al máximo y lo dejamos casi finiquitado y funcionando con menos esfuerzo del que creíamos.
Pero nos cuesta encender el motor (a veces), de esa idea que te ronda la cabeza o ese proyecto con el dominio ya comprado.
Animaos. Arrancar, crear, hacer… y seguir en marcha. Aprovechar el “momentum“. Testear, probar y ver resultados.
Hacer cosas para que ocurran cosas.
Con un buen empujón si es necesario, pero de verdad vale la pena.
Abrazos.